Tras la segunda guerra mundial,
la OMS determinó que los efectos negativos de la malaria no solo afectaban
directamente a las personas, causando la muerte, sino que influía también en la
agricultura y el crecimiento de la industria en las zonas endémicas.
El programa mundial de
erradicación de la malaria fue adoptado en 1955 por la Asamblea Mundial de la
Salud. Desde 1957 se aplicaron métodos de control y erradicación en los países
occidentales obteniendo buenos resultados, pero no fue así en las zonas tropicales.
Las cifras muestran la
erradicación de la malaria en un 75% de los países afectados. Sin embargo no
debe olvidarse ese 25% de países restantes, cuyas dificultades socioeconómicas,
financieras y políticas son la principal causa del retroceso en servicios de
salud.
Desde 1957 hasta finales de 1967,
la OMS junto con la Organización Panamericana de la Salud, ha invertido en el
programa de erradicación de la malaria unos 87 millones de dólares. Durante ese
mismo periodo, UNICEF aportó suministros por valor de 70 millones de dólares.
Entre las principales
dificultades que presentan los países, en los que a día de hoy la malaria sigue
causando la muerte de miles de personas, destacan la resistencia de los
mosquitos de la malaria a los insecticidas (como el DDT), los obstáculos
técnicos, la estructura primitiva de las viviendas o los hábitos de algunas
especies de anopheles.
Para seguir consiguiendo avances
en la lucha contra la malaria, es necesario innovar en herramientas y
tecnología. En 2015, por primera vez, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA)
sacó a la luz información sobre una vacuna contra la malaria que a día de hoy
está siendo probada por la OMS en proyectos piloto en África.
«Podemos
ganar la lucha contra la malaria», ha declarado la Dra. Margaret Chan,
Directora General de la OMS. «Disponemos de los instrumentos necesarios, y
nuestras defensas funcionan. No obstante, tenemos que conseguir que esos
instrumentos lleguen a mucha más gente si queremos mantener los avances
logrados»
Figura 1: Artemisinina, derivada de la planta de ajenjo dulce |
Algunos de los instrumentos que se han puesto en práctica a la hora de combatir la malaria han sido los mosquiteros tratados con insecticidas o el acceso a pruebas de diagnóstico fiables como las PDR (pruebas de diagnóstico rápido) que ascendió en 2013 a la cifra de 319 millones. Además aumentaron las adquisiciones de tratamientos basados en artemisinina (esencial para tratar la malaria) por parte de estos países, alcanzando una cifra de 392 millones de tratamientos.
Figura 2:
Doctor Pedro Alonso, director
del Programa mundial sobre la Malaria de la OM
|
El Dr. Alonso está convencido y afirma de esta forma su creencia en el objetivo: «Persisten desafíos de orden biológico y técnico, pero estamos colaborando con diversos asociados en un intento por impulsar de manera proactiva una respuesta acertada a los mismos. Existe una sólida cartera de proyectos para el desarrollo de nuevos productos innovadores que pronto transformarán las iniciativas de control y eliminación de la malaria. Podemos ir mucho más lejos».
El aspecto financiero en la eliminación de la malaria es fundamental, apunta el informe de la OMS, estimándose que para alcanzar el objetivo de la erradicación total de esta enfermedad será necesario aumentar la inversión global y doméstica desde los 2.5 billones de dólares actuales a unos 8.7 billones de dólares en 2030.
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